LOS DIAMANTES

Érase una vez, en un lugar lejano, dos diamantes idénticos viajaban en la bolsa de un gran rey. Sin esperarlo, éste buen señor fue atacado por unos ladrones que persiguieron su carruaje intentando quedarse con sus pertenencias. El señor al ver que no podía escapar, y sabiendo que sus dos diamantes perfectos eran todo su tesoro, los sacó de su bolsa y dándoles un beso de despedida los arrojó a un costado del camino, cerca de un árbol el cual usaría como referencia para poder volver a buscarlos. Los dos diamantes cayeron al suelo, a la corta distancia de dos metros uno del otro y allí quedaron, a la espera de ser descubiertos por alguien o recuperados por su señor.
El tiempo pasó y el señor jamás volvió por ellos. Los diamantes preocupados, comenzaron a hablar: -No nos quiso - dijo uno de ellos, porque no somos diamantes, yo siempre lo supe, somos rocas sin valor y por éso nos arrojó de su carruaje, claro... ¿Quién querría pedazos de piedras como nosostros?.
El otro diamante que lo escuchaba, a su vez respondía: -No, sabes que no es así, nos arrojó para protegernos, porque éramos su tesoro más preciado y si no volvió será porque algo le habrá pasado, porque jamás nos habría abandonado.
El diamante positivo, propuso: -Hagamos algo, brillemos con más fuerza, brillemos hasta encandilar con nuestro brillo, así, quien pase por el camino nos encontrará y podremos por fin convertirnos en lo que soñamos, en piedras preciosas de corona real.
El diamante negativo respondió: - No entiendes que por más que lo intentáramos jamás podríamos brillar, nadie nos querría, nadie nos valoraría, no vale la pena hacer nada, somos parte de éste mal paisaje y aquí nos debemos quedar.
Frente a este desencuentro de voluntades, el diamante positivo, sin dejarse contagiar por lo que escuchaba, comenzó a brillar compitiendo con la luna, ya que atesoraba los rayos del sol durante el día y en la noche los despedía, reconociendo lo que salía que en realidad era valorarse aún en contra de su entorno.
El tiempo siguió y el diamante negativo se llenó de barro por las tormentas y quieto y sin brillo desapareció en la tierra, enterrado por lo vientos, convirtiéndose en lo que decía ser, solo una roca más, una piedra sin valor a la que nadie iba a descubrir.
Mientras tanto, el diamante positivo seguía brillando, aprovechando las lluvias para sacarse de encima el lodo y los vientos para secarse y pulirse aún más...Y así, un día, como todo llega, un par de ojos que pasaban por el lugar vieron algo extraño, un perfecto brillo desde lejos y al dirigirse hacia donde provenía, esos ojos pudieron comprobar que se trataba de un hermoso y perfecto diamante.
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Así como ésta historia, hoy puedes escoger qué tipo de diamante quieres ser. Serás como el diamante que no supo darse su valor y en los momentos difíciles se dejó enterrar por los vientos y la tierra pensando que era solamente una piedra; o serás como el diamante que brilló sin importar las circunstancias y que tuvo el coraje de no dejarse contagiar por la actitud negativa que el otro le transmitía. Eres un diamante valioso. Dios lo cree y desea que tú también lo creas y lo aceptes. Vales la sangre preciosa de Jesús, eres un GRAN TESORO, así que no te dejes convencer de lo contrario. No dejes que nada ni nadie opaque tu brillo ni te dejes hundir por las tormentas. Brilla donde quiera que estés y lucha por tu felicidad la cual no depende de lo que hoy estás viviendo. Recuerda que el diamante fue un trozo de carbón que soportó una presión extraordinaria.

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